lunes, 18 de febrero de 2008

EN BLANCO Y NEGRO: VESTICIÓN DEL HÁBITO DOMINICANO E INICIO DEL NOVICIADO


“Que con este vestido vivan lo que aspiran ser y sean lo que aspiran a vivir: predicadores”… con estas palabras exhortaba el Provincial de Colombia, Fray José Gabriel Mesa Angulo, O.P. a los dieciséis jóvenes que el sábado 9 de febrero de 2008 vistieron por primera vez los colores blanco y negro de nuestro hábito dominicano. Desde tempranas horas de la mañana iniciamos –en nuestra mayoría– el viaje que nos llevaría desde Bogotá hacia Chiquinquirá –con la debida estación en COLFRANCE– donde descansa la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Viaje lleno de emociones y de reconstrucción del camino que recorrí –junto a Fray Yamil– en enero de 2001 para iniciar retiros junto a los –en aquel entonces postulantes– que iniciaríamos el Noviciado.



1



Según nuestras Constituciones “el Noviciado es el tiempo de prueba, ordenado a que los novicios conozcan más profundamente la vocación divina y propiamente dominicana, experimenten el estilo de vida de la Orden, asimilen de mente y de corazón el espíritu dominicano y los frailes comprueben su propósito e idoneidad…”(cf. LCO#177). Es decir, es el tiempo de “lo mutuo”: mutuo conocerse, mutuo experimentar la vida, mutuo discernir sobre un estilo de vivir en particular, etc., porque si bien es cierto que el novicio –candidato a la Vida Religiosa– experimenta de modo más profundo nuestro estilo de vida, no es menos cierto que nosotros, como hermanos dentro de la gran familia que es la Orden de Predicadores vivimos, compartimos, experimentamos y contemplamos al joven antes de su posible ingreso definitivo a “nuestra religión”(cf. LCO#1§IV). Por ello, desde el inicio del Noviciado el candidato pide “la misericordia de Dios y de la Orden de los frailes predicadores” como gesto mediante el cual se pone en las manos del Padre –quien le ha llamado– y en la de los hermanos –quienes le acogen como frater en la comunidad a la que Dios mismo le ha traído–. “Pedir misericordia” es una actitud de completa humilitas y vulnerabilidad. Humildad, en cuanto nos reconocemos como “servidores inútiles que no hacemos más que lo que tenemos que hacer”(cf. Lc.17,10) y vulnerabilidad, en cuanto que nos confiamos plenamente a los hermanos. Ponemos nuestras vidas en sus manos pese a que no sabemos lo que van a hacer con ella. Pero, ¡ellos también se ponen en las nuestras!



Ahora bien, la misericordia tiene que ser entendida en sentido recto. No es la misericordia que se convierte u homologa a “miserabilidad” o a “permisibilidad” –donde todo se me tiene que soportar por el simple acto de haber pedido misericordia–[1] sino que, pedir misericordia es la actitud de reconocer que pese a poner todo mi empeño, pese a no buscar tal o cual situación, “la fregamos”. Ahí es cuando se dice: “hermanos, apelo a la misericordia que pedí en una ocasión” –pero con la disposición de “no volver a…”–. Y lo fundamental, pidiendo la asistencia divina ya que nosotros, por nuestro propio esfuerzo no podemos. Allí es donde se vive la misericordia de los hermanos, puesto que la de Dios siempre la tenemos como don gratuito. Como dije, este es el primer gesto que nuestro hermano Ernesto realizó y por el que ha querido abrazar nuestro estilo de vida. Será un tiempo para aprehender, madurar y vivir la misericordia”.



Decía Fr. E. Lacordaire: “Hemos escogido la Orden de Predicadores porque ella se acomoda a nuestra naturaleza por su gobierno, a nuestro espíritu por su doctrina y a nuestra finalidad por sus medios de acción en la predicación y el estudio a la verdad”. Principio que, como frailes predicadores, abrazamos desde la vestición del hábito dominicano. Asumimos un proyecto de vida evangélica no por nuestros propios méritos y esfuerzos, sino guiados por la voluntad e iniciativa divina que nos ha convocado a vivirlo desde el amor. ¡Y qué mejor modo de vivir el evangelio en la Orden de Predicadores! ¡Qué mejor manera para significar que el blanco y negro –sin que signifique esto que perdemos el sentido de los colores– nos identifican! Vestimos aquellos colores en nuestro hábito como signo de nuestra consagración a un estilo de vivir concreto. Con ello, dejamos muy en claro que anhelamos abrazar con total entrega esta expresión del Evangelio que el mismo Dios, por la acción del Espíritu, inspiró en nuestro santo padre y fundador Santo Domingo de Guzmán.



2



Reza un proverbio muy conocido: “El hábito no hace al monje, pero lo distingue”. Y esto se aplica muy bien a nuestro estilo de vida. Si bien es cierto que, el hábito no nos hace quienes somos, no es menos cierto que es un símbolo por el cual nos identifican como miembros de la Orden de Predicadores. En la predicación, realizada por Fr. José Gabriel, recordaba el momento de la predicación de Fr. Adalberto Cardona, O.P. en su vestición del hábito. El tema central, al igual que la de Fr. Adalberto –en aquel momento– fue el sentido teológico de las vestiduras. En ella, exhortaba a los novicios a llevar con dignidad el hábito, puesto que, de ahí en adelante serían identificados como predicadores. La gente, al mirarlos, no verán a “tal o cual persona”, sino que verán a los predicadores. Así como las diversas profesiones pueden ser identificadas por medio de sus uniformes, para la Vida Religiosa, los distintos estilos de hábito nos testimonian de cara a la sociedad. Y la gente espera que correspondamos en nuestras actitudes con lo que representamos.



Concluida la predicación tuvo lugar la vestición. Cada uno de los candidatos a iniciar el Noviciado fue llamado por su nombre y presentado ante el Prior Provincial –en representación del Maestro de la Orden Fr. Carlos Alfonso Azpiroz Costa, O.P.–. Dijeron ¡presente! –como significando ¡Aquí estoy!–. Es decir, al igual que Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”(cf. 1Sam.3,10). Estoy aquí, disponible para cumplir tu voluntad. Un acto –tal como nos recuerda Fr. Timothy– de total incertidumbre porque carecemos de la certeza respecto de lo que vendrá, pero aún así decimos ¡aquí estoy! Con esta respuesta se comprometen a nuevas respuestas. Una interrogante que encuentra contestación traerá nuestras preguntas que, de igual forma, exigirán ser respondidas. Ahora, eran interrogados sobre diversos aspectos por el Prior Provincial cuya finalidad no es sino, hacer testigo a la comunidad presente, sobre su disposición de abrazar este estilo de vida. Por ello se les preguntó lo siguiente: 1. si estaban dispuestos a vivir el Bautismo –tal como nos recuerda Santo Tomás de Aquino que: “la Vida Religiosa es la radicalización del Bautismo y la perfección de la virtud de la religión”( STh.II-II-184-1,3,5,7). También se les interrogó sobre su disposición de vivir el ideal de nuestro padre Santo Domingo y su deseo de comprometerse a vivir el carisma de la Orden. Inmediatamente se postraron y cantamos las letanías, invocando la asistencia de los santos y la bendición divina sobre los candidatos– para que se les conceda el don de la perseverancia y fidelidad en el camino que ahora inician.



Finalmente, el momento esperado: la vestición del hábito. Cada uno de los novicios se acerca al Provincial acompañado por un fraile mayor, para que aquel le vistiese con el hábito. Esta sería la nueva vestidura que desde ahora debe llevar y por la que se le identificará con nosotros: frailes predicadores. Por ello, para asumir sobre sí la vestimenta tiene que despojarse del “traje” que llevaba puesto –representando la invitación del apóstol Pablo de la nueva vestimenta–. Una vez se les ha puesto el hábito completo, retornan a su lugar y permanecen de rodillas, con la cabeza cubierta, hasta el momento en que es la ocasión para la bendición del escapulario. El novicio se acerca al Provincial y éste bendice su escapulario, le descubre la cabeza y le da el abrazo de la paz. De igual modo, los frailes presentes dan el abrazo al novicio, simbolizando su acogida en la Orden –al menos, por un año– durante el tiempo del Noviciado. La ceremonia culminó con el cántico del Salve Regina y del O Spem Miram.



3



En blanco y negro han sido los colores de nuestro hábito. Ellos nos distinguen y a su vez, nos expresan uno de los ideales de la Orden de Predicadores: la búsqueda de la verdad. Estos colores han significado en el tiempo la referencia a una toma de postura concreta. El dominico es hombre o mujer de toma de posiciones. Se sitúa en un contexto determinado desde el cual dialoga con el entorno que le rodea. Pero ello no significa que se centre en sus propias opiniones, sino que su vida debe estar regida por el amor a Cristo y su mensaje liberador y por la pasión por la verdad. De esta forma, hermanos y hermanas, les invitamos a que tengan en sus oraciones a nuestro hermano Ernesto para que el Sí dado sea consecuente con los nuevos “sí” que se le pedirán.De igual modo, elevemos nuestras oraciones por el postulante Juan Torres Santiago, quien se encuentra en el Convento de Santo Domingo –Sede del Postulantado– en Colombia. Que el Dios que le ha llamado le acompañe en este recorrido que ha iniciado.


___________
[1] Es reprobable la actitud de “hacer lo que venga en gana” amparándose en la misericordia.

No hay comentarios.: