miércoles, 6 de junio de 2007

EL PADRENUESTRO: ENCUENTRO CON DIOS Y CON EL HOMBRE (3 de 6)


b. que estás en el cielo: pero aún así te derrochas en amor para con el ser humano. No permaneces de oídos sordos a las súplicas que este te hace. “Por eso les digo esto: pidan a Dios y él les dará; hablen con Dios y encontrarán lo que buscan; llámenlo y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido. ¿Alguno de ustedes le daría a su hijo una serpiente si él le pidiera un pescado? ¿O le daría un escorpión si le pidiera un huevo? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan”.(Lc.11,9-13). Sin embargo, la realidad es que no sabemos acercarnos al Padre para pedir. No sabemos acercarnos a Aquel que, aunque está en el cielo, siempre está al pendiente de lo que sucede al ser humano, y que, contrario a las ideas que se han vendido en nuestros días, está atento a las necesidades y súplicas de los hombres y las mujeres. Dios no es Aquel que está allá en sus cielos, sino el que está al interior de cada persona manifestándose, expresándose. Un Dios que es Padre y que está en todo lugar, tal como decía el antiguo catecismo cuando preguntaba ¿Dónde está Dios? Y se respondía: “Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar. Ve y sabe todo lo que hacemos y lo que pensamos…”. Y en consecuencia con ello, el Nuevo Catecismo afirma: “El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es "el Creador del cielo y de la tierra", y el Símbolo de Nicea-Constantinopla explicita: "...de todo lo visible y lo invisible". En la Sagrada Escritura, la expresión "cielo y tierra" significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: "La tierra", es el mundo de los hombres (cf Sal 115, 16). "E1 cielo" o "los cielos" puede designar el firmamento (cf Sal 19, 2), pero también el "lugar" propio de Dios: "nuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16), y por consiguiente también el "cielo", que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra "cielo" indica el "lugar" de las criaturas espirituales -los ángeles - que rodean a Dios”.(NC#325-326)
La época postmoderna es una de NECESIDAD; de experiencias de vacíos que necesitan ser llenados –pero ello será para otro escrito–. Y en este complejo podemos caer víctimas de la falta de sentido, dejándonos consumir por las teorías que intentan arrancar a Dios no sólo de la historia sino también del mismo corazón del ser humano. Es triste ver a personas que tienen la tarea de transmitir una experiencia de Dios, dicen y apuestan a que Aquel no existe. Que no tienen pruebas para afirmar su existencia. Ello no sólo es resultado de la inmersión de las corrientes postmodernas en sus vidas, sino que también es consecuencia de la pérdida de sentido de lo que realizan y de la actitud solipsista que puede atraparnos en muchas ocasiones. Aquella actitud en la que nos distanciamos de Dios porque no le sentimos en nuestro caminar, y a su vez, nos distanciamos del otro que es el reflejo del rostro de Dios. “Si queremos encontrar a Dios hemos de mirar al otro”. Nos dice Juan en su primera carta que “¿Cómo dices que amas a Dios si no amas a tu hermano?”(1Jn.4,20)
c. santificado sea tu nombre: Nos dice el libro del Éxodo, cuando Yahvé concede los Diez Mandamientos al pueblo de Israel, lo siguiente: “…yo Yahvé soy un Dios celoso…”(Ex.20,5). Es sumamente interesante la postura de la sociedad actual en la que aparentemente a Dios se le ha relegado a ser casi inexistente. Aquel al que nos acercamos en los momentos en que necesitamos que nos realice un milagro que nos resuelva la vida. Aquel al que hacemos bajar a la tierra cuando nos sentimos abatidos por las circunstancias del diario vivir, pero que mientras estamos bien, que permanezca allá arriba, en lo alto. Tal actitud ha olvidado que Dios siempre ha estado ahí, presente, caminando con nosotros el largo peregrinar de la vida, sosteniéndonos en los momentos en que no podemos continuar la marcha… llevándonos al hombro. Y Jesús nos invita a reconocer al Padre como Aquel que nos asiste en todo momento. Nos invita a dar gracias como Él lo hizo. A santificar su nombre, no porque sea un Dios celoso, sino como correspondencia al amor que nos ha tenido ya que “el nos amó primero”. Ya que “es un Dios que sondea el corazón y conoce las entrañas para dar a cada uno según lo necesite”.

No hay comentarios.: