La búsqueda de Dios tiene como elemento fundamental la capacidad de apertura a su voluntad. Cuando nos enfrentamos a la necesidad de hacer no lo que queremos, sino lo que está destinado por otros a que realicemos, aflora lo instintivamente humano en cada uno para obviar de cualquier modo lo que no queremos hacer. San Pablo nos presenta en sus cartas, lo siguiente: “hago lo que no quiero y lo que quiero no lo hago”, y es que la tarea que realizamos no parte desde nuestras propias iniciativas, sino desde un acto libre, espontáneo y amoroso de Dios. Sin embargo, esa iniciativa no culmina en una única y definitiva respuesta. Al contrario, es una a la que hay que responder a cada instante porque exige la novedad de hacer las cosas siempre nuevas desde Dios.
Las Sagradas Escrituras constituyen una palabra que interpela y cuestiona desde nuestra propia realidad. Nos invita a dar unas respuestas que se renuevan a cada instante. Esta es la dinámica a la que deben asistir durante estos días: estar dispuestos a entrar. A menudo escuchamos la expresión: “Dios Habla Hoy”. Pero, ¿qué lugar encuentra su Palabra en mi persona? ¿Qué sentido tiene en estos momentos de mi Vida? ¿Cómo identifico esa palabra? ¿A qué me llama?
La VR[1] está marcada, en una forma natural, por una dimensión de servicio. Pero, ¿qué rostros tiene dicho servicio? ¿Cuáles le doy? En el capítulo 13 del evangelio según San Juan encontramos diversas definiciones que imprimen una identidad propia al tema del servicio, las cuales podemos aplicar como fundamentos para la VR. De este modo, el sentido del SERVICIO para la VR implica en primer lugar “hacernos discípulos de Jesús y hacerlo tal como Él lo hizo”(Jn.13,14-15). Esta primera significación del servicio nos puede parecer chocante. ¿Hacernos discípulos de Jesús, nosotros? ¿Es que no lo somos ya mediante la opción que hemos hecho? “No me han elegido ustedes, fui yo quien les ha elegido”(Jn.15,16). O sea, el acto de respuesta nuestra, lejos de ser espontáneo, trasciende las dimensiones humanas, por eso, hemos de reafirmar cada día nuestras respuestas. Y que sea un compromiso de toda la vida. No es meramente decir sí, el que se termina cuando entra en conflicto con mis intereses.
Hacer las cosas tal como Jesús las hizo, en la VR es abrirse a la acción divina permitiendo que obre en nosotros. Es la fidelidad que se construye a partir de los diversos SI, que damos. Pero también a partir de los diversos NO. No es siempre el que dice “sí” a todo, quien cumple la voluntad divina. A veces tenemos que decir NO porque descubrimos que aquello que se nos pide no va conforme al proyecto divino que he identificado en mi caminar. Ser discípulo de Jesús implica servir. Hacernos servidores del prójimo. Ponernos a la disposición de quien nos rodea aún más allá de las seguridades propias. Es la apertura del corazón, libre y sencillo, que lo pone todo en la necesidad del otro. En esta experiencia es que nos vamos haciendo hermanos y nos humanamos cada vez más. Dice F. Cabral: “somos hermanos de la Madre Teresa quien nos enseña que el lugar de uno está donde su hermano lo necesita”[2]. Pero, ¿quiénes son mis hermanos? “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”(Lc.8,21). Vivirán en comunidades religiosas. No han decidido con quiénes iban a vivir, sino que compartirán la vida, los mismos sueños e ideales, los anhelos y las esperanzas resultado de una llamada divina. Es el mismo Dios quien los ha reunido en una familia mayor, cuyo fundamento ha de ser la búsqueda de Dios para la construcción del Reino predicado por Jesús. Y, esta tarea exige de ustedes la capacidad de hacerse servidores. Es el seguimiento de Jesús que no sólo invita a lavar los pies de los hermanos y besarlos, sino también a ser consecuentes con los proyectos, ideales y sueños de la comunidad. En otras palabras, es la capacidad de vivir la caridad, la bondad y la amabilidad.
[1] Vida religiosa en adelante: VR.
[2] CABRAL, Facundo. Ayer soñé que podía y hoy puedo. Editorial Vergara. Argentina. 1995. p. 15
Las Sagradas Escrituras constituyen una palabra que interpela y cuestiona desde nuestra propia realidad. Nos invita a dar unas respuestas que se renuevan a cada instante. Esta es la dinámica a la que deben asistir durante estos días: estar dispuestos a entrar. A menudo escuchamos la expresión: “Dios Habla Hoy”. Pero, ¿qué lugar encuentra su Palabra en mi persona? ¿Qué sentido tiene en estos momentos de mi Vida? ¿Cómo identifico esa palabra? ¿A qué me llama?
La VR[1] está marcada, en una forma natural, por una dimensión de servicio. Pero, ¿qué rostros tiene dicho servicio? ¿Cuáles le doy? En el capítulo 13 del evangelio según San Juan encontramos diversas definiciones que imprimen una identidad propia al tema del servicio, las cuales podemos aplicar como fundamentos para la VR. De este modo, el sentido del SERVICIO para la VR implica en primer lugar “hacernos discípulos de Jesús y hacerlo tal como Él lo hizo”(Jn.13,14-15). Esta primera significación del servicio nos puede parecer chocante. ¿Hacernos discípulos de Jesús, nosotros? ¿Es que no lo somos ya mediante la opción que hemos hecho? “No me han elegido ustedes, fui yo quien les ha elegido”(Jn.15,16). O sea, el acto de respuesta nuestra, lejos de ser espontáneo, trasciende las dimensiones humanas, por eso, hemos de reafirmar cada día nuestras respuestas. Y que sea un compromiso de toda la vida. No es meramente decir sí, el que se termina cuando entra en conflicto con mis intereses.
Hacer las cosas tal como Jesús las hizo, en la VR es abrirse a la acción divina permitiendo que obre en nosotros. Es la fidelidad que se construye a partir de los diversos SI, que damos. Pero también a partir de los diversos NO. No es siempre el que dice “sí” a todo, quien cumple la voluntad divina. A veces tenemos que decir NO porque descubrimos que aquello que se nos pide no va conforme al proyecto divino que he identificado en mi caminar. Ser discípulo de Jesús implica servir. Hacernos servidores del prójimo. Ponernos a la disposición de quien nos rodea aún más allá de las seguridades propias. Es la apertura del corazón, libre y sencillo, que lo pone todo en la necesidad del otro. En esta experiencia es que nos vamos haciendo hermanos y nos humanamos cada vez más. Dice F. Cabral: “somos hermanos de la Madre Teresa quien nos enseña que el lugar de uno está donde su hermano lo necesita”[2]. Pero, ¿quiénes son mis hermanos? “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”(Lc.8,21). Vivirán en comunidades religiosas. No han decidido con quiénes iban a vivir, sino que compartirán la vida, los mismos sueños e ideales, los anhelos y las esperanzas resultado de una llamada divina. Es el mismo Dios quien los ha reunido en una familia mayor, cuyo fundamento ha de ser la búsqueda de Dios para la construcción del Reino predicado por Jesús. Y, esta tarea exige de ustedes la capacidad de hacerse servidores. Es el seguimiento de Jesús que no sólo invita a lavar los pies de los hermanos y besarlos, sino también a ser consecuentes con los proyectos, ideales y sueños de la comunidad. En otras palabras, es la capacidad de vivir la caridad, la bondad y la amabilidad.
[1] Vida religiosa en adelante: VR.
[2] CABRAL, Facundo. Ayer soñé que podía y hoy puedo. Editorial Vergara. Argentina. 1995. p. 15
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